La literatura infantil y juvenil suele ser propensa a una descatalogación rápida que no contribuye a la constitución de un cuerpo de lecturas de calidad reconocida y buena acogida por los lectores. Sí existen casos en los que una obra destinada a un público joven se haya convertido en un referente literario, como Alicia en el País de las Maravillas, El Principito u Oliver Twist.
Debido a esta área gris que hace imposible determinar qué éxitos de hoy serán considerados las perlas de mañana, las bibliotecas municipales han incorporado los best-seller en sus estanterías, negando a la vez su autoridad moral de guardianes de los gustos de sus usuarios.
La incorporación de best-sellers en las bibliotecas escolares y nuestro ecosistema informacional debe considerarse, por éstas y dos razones más.
- La primera es el propósito de nuestro ecosistema, que no es otro que el de reproducir aquél al que alumnos y alumnas se enfrentarán en sus vidas adultas, más plagadas de blockbusters que de literatura clásica. El placer proporcionado por la lectura será la principal herramienta de motivación para crear lectores y lectoras; es más, la comprensión lectora adquirida en la lectura de "libros malos" podrá dar pie a que lean otros libros menos populares pero más complejos.... si quieren.
- La segunda razón, también muy relacionada con la motivación, es que el placer de la lectura está íntimamente relacionada con el placer de hablar de libros. Recomendar libros, compartir opiniones, debatir sobre su contenido... son actividades que fomentan la lectura de forma mucho más firme que cualquier acto programado en un contexto escolar, al reforzar la sociabilidad de esta actividad. Es necesario dotar nuestro ecosistema de lugares comunes y frecuentados, para con ello conseguir que sus usuarios incorporen los libros y las lecturas como parte de su cotidianeidad y de sus relaciones interpersonales.
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