La lectura es una habilidad fundamental en
la adquisición de información, previa a la aportación del
pensamiento propio: piedra angular de la interacción humana, adquiere una importancia mayor en la sociedad de la
información, en la que el poder se desplaza a los nodos de
programmers y switchers
de la red (Castells).
Las transformaciones, sin embargo, se han sucedido rápidamente,
amenazando la fluidez de la transmisión cultural de las generaciones
mayores a las más jóvenes. Esto se da en el contexto familiar y
cultural pero, sobre todo, en el contexto escolar, fuertemente
desvinculado de las prácticas y modelos de transmisión cultural y
adquisición de la información de aquellos a los que ha de educar
(Martín Barbero en Lluch). Por lo tanto, la
educación formal debe ser recontextualizada, de manera que sea
representativa de su entorno y el espacio de preparación para la
vida adulta que dejó de ser hace un tiempo. Las propuestas
realizadas tienen esta recontextualización como premisa fundamental,
en un intento de paliar la brecha entre la “alta cultura”
gutenberguiana de la escuela y la “cultura popular”, mediática y
digital, dominada por los jóvenes.
La competencia lectora, en este
sentido, ha de ser redefinida para abarcar una nueva concepción del
“texto”, que había sido fuertemente mediatizada por el soporte
dominante y, por lo tanto, asociada directamente con la letra escrita. Nuevos dispositivos, formatos, géneros y discursos
deben reflejar la variedad de contextos informacionales a los que la
generación Y se enfrentará. Propongo también, la escisión de la
concepción de la lectura en dos cuerpos muy diferenciados: de un
lado, la lectura técnica, instrumental, funcional, está presente en
los currículos de las materias en toda su variedad de
manifectaciones; de otro lado, la lectura ejercida como acto
subjetivo de individualidad, en la que entra en juego la identidad
personal, los gustos y las querencias, debe habitar en un ecosistema
informacional rico, diverso, funcional, que invite a la participación
a través de la sociedad de la lectura. Las lecturas obligatorias,
la evaluación estricta sobre lo leído, la obligatoriedad de
realizar ejercicios sobre las lecturas... son hábitos docentes que
fomentan plenamente el “odio por la lectura”, identificándose
ésta como una práctica rígida, revestida de autoridad y
jerarquías, en un soporte inamovible y polvoriento; el mundo
digital, totalmente puesto a ella, se revelará como más estimulante
y liberador para estos alumnos. Por lo tanto, es mi propuesta la de
“desescolarizar” la lectura, dando espacio a la libertad
individual de los lectores; si bien proporcionando un ecosistema
informacional vivo y estrechamente relacionado con los contextos y
patrones de adquisición de información de la generación Y, en el
que la lectura se convierta en un hábito ligado a la realidad,
práctico, estimulante y social. La conexión de nuestro ecosistema
con el entorno sociocultural (geográfico y digital) y las familias
será relevante a la hora de explotar la sociabilidad de la lectura
como elemento motivador. Otra estrategia central en nuestro
ecosistema, será la adecuada gestión tecnológica, preferentemente
de una forma que nos permita tejer redes con otros agentes, y
aprovechando todas las potencialidades que las TIC nos ofrecen para
la recontextualización y motivación de la lectura, aprovechando
tangencialmente las oportunidades de trabajar aspectos poco
concretados curricularmente como la alfabetización digital,
mediática y tecnológica.
Sumando estas reflexiones y valoraciones, he decidido
aportar mi granito de transmedialiad, a través de la elaboración de un banco de recursos, herramientas y casos, que podrá ser utilizado por docentes y
alumnos, especialmente, en esta búsqueda de la recontextualización
de la educación formal, que permita el empoderamiento y la
transmisión cultural relevante para la inquieta generación Y.
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